Tuvo una vida plena, en Chile como en México, donde se convirtió de periodista chileno, en uno latinoamericano: defensor como pocos de los golpeados periodistas de nuestro continente por contar la verdad.

Por Lidia Baltra. Periodista.

Fue el primer chileno a quien la Junta Militar quitó la nacionalidad tras el fatídico septiembre de 1973. Era entonces director del periódico Ultima Hora, del Partido Socialista, y tenía un magnífico “prontuario” para que los golpistas lo empujaran a asilarse y salir del país: colaborador de agencia cubana Prensa Latina y co-fundador de Punto Final; Consejero Nacional Socialista del Colegio de Periodistas, pero sobre todo, fiel al primer Presidente socialista democráticamente electo, Salvador Allende, cuyo gobierno defendió aquí y en el extranjero.

Eso era nuestro querido colega y amigo Hernán Uribe y mucho más. Se enorgullecía de haber participado en la mítica hazaña de llevar el manuscrito del Diario del Che a Cuba (Operación Tía Victoria) junto a sus compañeros de Punto Final;como también, de haber sido fungido como secretario de Pablo Neruda, cuando aún no había sido electo senador… Y su figura creció mucho más durante sus dieciséis años de exilio en México.

Como a tantos chilenos allendistas, el país azteca lo recibió con afecto y apoyo, abriéndole las puertas de la Universidad Autónoma de México (UNAM) para que continuara enseñando periodismo. Se instaló con su esposa de entonces, la colega María Teresa Rambaldi, en el barrio Condesa,compartiendo con ella la crianza de Hugo y Rodrigo, ambos hijos de María Teresa con Joaquín Aurelio Guzmán (reportero de La Tercera fallecido a edad temprana).

La Felap

Los colegas mexicanos y latinoamericanos lo recibieron de brazos abiertos y con ellos en 1976 participó en el nacimiento de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), que agrupa a los periodistas en su lucha por un continente libre y soberano, donde el desarrollo llegue a todos.Desde esa tribuna y sus columnas en diarios mexicanos hizo mucho por denunciar al mundo los horrores de la dictadura pinochetista.

Posteriormente, al volver a Chile en 1989, retornó a las lides gremiales como consejero del Colegio de Periodistas, donde en los años 60 había sido el directivo más joven. Desde aquí siguió asistiendo a congresos y reuniones de periodistas latinoamericanos,siempre abogando por el gremio. Cuando la Felap crea la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP), le encargaron su presidencia, para denunciar los múltiples asesinatos de periodistas-por razones políticas o venganzas del narcotráfico-, con la activa colaboración del colega Ernesto Carmona.

Tuvo una vida plena, en Chile como en México, donde se convirtió de periodista chileno, en uno latinoamericano: defensor como pocos de los golpeados periodistas de nuestro continente por contar la verdad.

Además de su activa vida como dirigente gremial, Hernán amaba escribir. En Chile comenzó a trabajar como periodista en El Siglo y continuó en Las Noticias Gráficas antes de llegar a Ultima Hora. En México fue columnista de los diariosExcelsiorSol Unomásuno y corresponsal de la agencia alemana ADN, de la china Xinjua y de la cubana Prensa Latina, además de la revista chilenaAnálisis.

Su inquietudes lo hicieron profundizar en varios temas, con los cuales dejó varios libros: “Etica Periodística en América Latina. Deontología y estatuto profesional” (UNAM, México 1984); “Operación Tía Victoria. Cómo entregamos el Diario del Che a Cuba” (Editorial Emisión, México-Santiago 1987); y “La invisible mordaza. El mercado contra la prensa” (Cuarto Propio, Santiago 1999), donde denuncia el poder de los grandes medios de comunicación que lo invaden todo con su propaganda hegemónica sobre el modelo neoliberal.

Tuvo dos hijos de su primer matrimonio, ninguno de los cuales lo sobrevive. El varón murió muy joven en un accidente de motocicleta y Daniela falleció ya adulta, dejándole un nieto, Clemente, hijo de ésta y del renombrado artista plástico Ismael Frigerio. Lo sobrevive éste e Inés Ponce, su compañera de los últimos años.

Su vocación fue luchar hasta el final por difundir su verdad, la de una sociedad progresista y justa, a través de periódicos y libros. Y por defender el derecho a proclamarla de los periodistas.

Si esas fueron sus metas, las cumplió a cabalidad.

Fuente: Página 19